14 de enero de 2018.
La crisis Catalunya-Estado ha desembocado en un escenario de marcada polarización social y política. La sociedad catalana aparece dividida en dos bloques antagónicos, con un apoyo popular similar si bien el soberanismo tiene la mayoría absoluta en el Parlament. En paralelo, el choque ha despertado en buena parte de España un sentimiento nacional dormido durante años que se ha visto acompañado por la emergencia de un anticatalanismo tácito y, en numerosas ocasiones, expreso en amplios sectores de la opinión pública. La combinación de ambos fenómenos ha conducido a un equilibrio inestable y envenenado. Esta situación dificulta pero a su vez plantea la imperiosa necesidad de buscar una fórmula inteligente de concordia para un problema cuyo enquistamiento constituye un riesgo para la estabilidad y la prosperidad de Catalunya y del conjunto del Estado.
La disputa abierta entre el Gobierno central y la Generalitat catalana no es algo nuevo. Se inscribe en una dilatada trayectoria de encuentros y desencuentros sobre la articulación institucional de las Españas. En sus versiones extremas, esa dialéctica llevó en ocasiones a rechazar, desde Catalunya, el fet español, una simple superestructura de poder y, desde el centro, a negar el fet diferencial catalán. La tensión entre esas dos posiciones está en el origen de las política
Artículo publicado en www.lavanguardia.com 14/01/2018. Leer artículo completo