23 de Julio de 2017.
El Perú es una buena prueba de que el progreso, esa noción que inauguró la era moderna a partir del siglo XVIII en política (en las ciencias lo había hecho un siglo antes), no es rectilíneo ni está predeterminado. Porque si un país latinoamericano parecía, en las últimas dos décadas, haber despegado de forma definitiva y haberse constituido en modelo para la región, ese era el Perú, pero de un tiempo a esta parte ha dado un paso lateral o quizá sea mejor decir un paso atrás.
Cualquiera que eche un vistazo a lo que allí sucede concluirá que su clase política está entre las más devaluadas de América Latina: todo en ella parece una astracanada, una representación lúdica hecha para entretener a la galería. No habita en ella, con honrosas excepciones, un sentido de lo que importa ni una capacidad para confinar sus enconos dentro de límites razonables y consolidar los avances notables que el país había realizado en términos políticos y económicos.
Artículo publicado en www.latercera.com 23/7/2017. Leer artículo completo