18 de agosto de 2018.
No es fácil asimilar que lo que acaba de sucederle a Mauricio Rojas haya ocurrido nada menos que en Chile y en pleno 2018, superada una quinta parte del siglo XXI. Casi una centuria después de los procesos de Moscú, el intelectual chileno ha sido sometido a un intento de destrucción de la personalidad, negación de toda una trayectoria vital, deformación traumática de su pensamiento y sus actos, despojo de toda dignidad y humanidad, con el propósito de que llegara a la condena definitiva tan vaciado de contenido, tan arruinado moral y psíquicamente, que su condena al paredón (en este caso la expulsión de la ciudad, para usar la fórmula clásica) fuese algo que el propio condenado exigiera de sus jueces, convencido de que su existencia es inútil. Solo faltó, para completar el montaje estalinista, que Rojas rogara a Chile: fusílenme, soy, en efecto, una no persona, un no hombre.
Artículo publicado en www.latercera.com 18/08/2018. Leer artículo completo