8 de octubre de 2017
Fuente: El imparcial (España)
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En 1992 Francis Fukuyama publicó un ensayo tan célebre como polémico: El fin de la historia y el último hombre. En él defendía la tesis de que tras el derrumbe de la URSS, el fin de la Guerra Fría y la caída del Muro de Berlín se implantaría de manera prácticamente definitiva la democracia liberal. Es muy cierto que hoy el comunismo apenas sobrevive en algunos países con regímenes que tienen no poco de esperpénticos, como el de Corea del Norte, aunque esa condición grotesca no impide el sufrimiento de sus ciudadanos vistos como súbditos. Sin embargo, sobre esa sociedad abierta que analizó el pensador Karl Popper se ciernen en nuestro más inmediato presente varias amenazas. Por un lado, el yihadismo, con su interpretación radical y violenta del islam, quiere arrasar a sangre y fuego con nuestro modo de vida basado en la democracia y la libertad. El envite es enorme pero en líneas generales hay acuerdo para combatirlo.
No sucede así, sino todo lo contrario, con el populismo, convertido en la principal y más peligrosa amenaza, y que está calando en la población a escala mundial: “No se trata de una ideología, sino de una epidemia viral -en el sentido más tóxico de la palabra- que ataca por igual a países desarrollados y atrasados, adaptando para cada caso máscaras diversas”, apunta Mario Varga Llosa en el prólogo a este oportuno volumen que nace con decidida vocación de dar la batalla al fenómeno populista. En el mundo y la Europa de hoy existen problemas, ciertamente de complicada solución, pero esto no ha de ser la brecha por la que se cuele el populismo que arruinaría todos los logros conseguidos.